Dos llamadas
Historias desde casa (II)
La vida nunca deja de sorprenderme, y es curioso que aún así todavía nos acercamos frecuentemente a la ficción para buscar universos de los que no podemos dar crédito. Después resulta que la pantalla se queda corta, y que ni la mejor de las cabezas pensantes que hay en este mundo, y las hay muchas, pueden guionizar días como los que he tenido hoy.
Un lunes cualquiera, modorra antes de ir al trabajo. Te saltas el fisio de primera hora, tu espalda te lo recordará por la noche. Todo va más o menos bien: ahí estás, sentado delante del ordenador, la pantalla elevada con unos libros porque la empresa no se dejará ni ese detalle por tu bienestar, por tu saludo. Pero bueno, al menos cobras a final de mes.
Una llamada puede anunciar muchas cosas, hoy ha anunciado inquietud: ese bulto que apuntaba a poca cosa ya tiene miras de tumor no benigno. Por delante, dos semanas para que la duda vaya calando en tus huesos. “Bueno, hay que seguir adelante, no hay nada del todo cierto. Eres fuerte, vamos”. Pasan diez minutos, y otra llamada.
Llantos. ¿Qué podría pasar en diez minutos? Es otro anuncio, esta vez inalterable. Llega tras cinco minutos de lamentos indescifrables, certero ruido de un dolor sin fondo, un dolor del alma. Ayer violaron a su mejor amiga, esa que nunca antes había mantenido relaciones sexuales y a la que le han partido la vida. Un antes y un después que ninguna formulación de palabras podrán volver a juntar. Un quiebro certero, para siempre.
Y tú estás a más de 3 000km de distancia, escuchando a través del altavoz del teléfono, buscando sonidos que puedan sustituir lo único necesario en ese momento, un abrazo.